domingo, 2 de diciembre de 2018

17 de octubre de 2018

 progresiva conversión en sombra

Caen incesantes los días de otoño, como las hojas pardas, silentes, ausentes. 
Mi paranoia aumenta a medida que el cielo se enturbia. 
Esta ciudad me repudia.
La oscuridad pentera en mi cuerpo y me escupe desde dentro. 
Tiemblo de frío o de miedo. Información revuelta.  
Mi cerebro lisiado no responde. Me consuelo pensando que el frío es el culpable que lo congela.
Observo cómo el viento juega dulcemente con las hojas secas. Desearía participar de esa danza mágica. Sin embargo, la diversión me es privada: conmigo todo es cruel y agresivo. Así que me limito a seguir caminando autómatamente. 
Las calles están cargadas de ruido. Cada individuo que pasa es un potencial enemigo. Procuro hacerles llegar mi disconformidad con la mirada, siempre acompañada por una sonrisa maníaca. En el fondo, todo lo que desearía es que alguno de ellos me comprendiese. 
Estoy buscando un motivo para continuar con la vida. He perdido mi naturaleza humana. Soy un monstruo roñoso sin esperanza ni energía. En su momento tuve la voluntad de amar, pero la ansiedad puede devorar los frágiles deseos del alma. La herida no cura. ¿Quién puede vivir con una ansiedad tan aguda? 
Me falta confianza para permitir que me disparen.
Octubre: todo está muy mal.
Las hojas caen. Y yo, también.